El puente de Villatuelda (s.I-II), firmemente consolidado en sus sillares, va cerrando arcos y bóvedas con dovelas hábilmente labradas que le confieren una solidez a prueba de crecidas.
Seguramente, su construcción sobre un peñasco casi inapreciable, y raro en el cauce del río, le han permitido sortear las crecidas a lo largo del tiempo. A ello ha contribuido su tajamar en forma de quilla, que facilita el encauzamiento de las aguas por cada uno de sus ojos, contrarrestando el empuje de las crecidas.
Tampoco aquí se han respetado las características originales de la obra, y los petriles son hoy de hormigón. Su tajamar ha sido elevado hasta la altura de los petriles con un añadido de piedras y cemento; y el suelo, erosionado por la corriente, ha sido también reforzado con hormigón.
Aunque el puente ha ganado en solidez con estos añadidos y refuerzos, ha perdido la estética romana, que se descubre en todo su esplendor si observamos sus arcos y bóvedas desde el cauce mismo del río.
Otra remodelación más reciente en el año 2009 con el objetivo de ensancharlo y permitir así el paso de tractores, para de este modo, poder trabajar las tierras sin necesidad de ir a los pueblos de los alrededores para cruzar y retroceder el camino andado por la orilla contraria del río, ha desfigurado enormemente el puente romano, dejándolo en un estado poco menos que deplorable, aunque eso sí, ahora es totalmente funcional para el paso de tractores (o casi).
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