Si alguna vez el viajero se acerca a los límites por el cierzo de la comarca burgalesa de La Ribera, se encontrará con su línea divisoria: El surco azulado del río Esgueva en el valle de su mismo nombre.
Este valle no ha constituido nunca una entidad administrativa unitaria. Ha pertenecido a lo largo de la historia a distintos Alfoces, Obispados, Juzgados …, y en casi todos los casos el río marcaba las lindes. Los pueblos de su margen izquierda, como el que nos ocupa, siempre estuvieron vinculados a La Ribera del Duero. Pero en esta dispersión, existe un aglutinante común de índole cultural, como es el contar todos ellos con importantes obras de fábrica románica en iglesias y ermitas.
Aunque podemos presumir su origen en épocas romanas, como atestiguan dos obras civiles, los historiadores sitúan su nacimiento en el contexto histórico de la primera repoblación de la meseta castellana tras la invasión islámica, que se produjo entre los años 860 a 977. En un documento de la época se afirma que el Monasterio de San Pedro de Cárdena ejerció jurisdicción sobre las tierras de Villatuelda, merced a una donación del año 959. (El monasterio de San Pedro de Cárdena. Historia de un domino monástico castellano -902 a 1338-, por Salustiano Moreta Velayo).
Sube ahora hasta el pueblo y pregunta por fuente vieja. También de origen romano, está configurada por dos bóvedas de cañón, con sillares de piedra perfectamente labrados. En sus orígenes la bóveda cubría el manantial natural y bajo su arcada, almacenaba el agua que fluía por unas oquedades existente en la pared del fondo, hacia un pilón enlosado de forma cúbica. Posteriormente se dividió la bóveda con una pared de sillares de piedra, creándose un depósito interior y un pilón exterior, comunicados mediante un caño. De esta forma se evitaba el enturbiamiento del agua de boca por efecto de los arrastres del viento o la suciedad de los recipientes. Aquí también, las modificaciones han ido en detrimento de la originalidad de la obra romana.
Después de haberte refrescado con el agua de la vetusta fuente, acércate hasta la iglesia. Te da la bienvenida una obra del siglo XIII, donde se compaginan elementos románicos y góticos; considerándose en su conjunto como de estilo románico de transición. Tiene planta de cruz latina con una sola nave, pero se adivina la intención de construir otras dos naves laterales que al no realizarse, han dado como resultado un doble crucero. Se cree que se levantó sobre el solar de otra iglesia o ermita románica, de la que se conserva la capilla izquierda del crucero. Su ábside tiene forma poligonal, claro indicio de iniciar la transición hacia el gótico que queda reflejado en las columnas adosadas al muro de la nave central y en su perfecta bóveda de crucería. Y termina con un gótico flamígeo, definido en el arco de su portada que se adorna con tres arquivoltas que rematan en forma conopial, colocando en su vértice una peana flameante.
Seguramente habrá llamado tu atención la pila bautismal. Es románica, como atestigua sus dimensiones, aun cuando se nos presente sencilla, austera y sin ornamentación. También te habrá sorprendido el original acceso al púlpito mudéjar, a través de un túnel horadado en el pilar, y cuya excavación propició el deterioro de un capitel románico. Y sin duda, te habrán impactado las estampas pintadas al temple de su retablo del siglo XVI, y los demás elementos decorativo-catequéticos que el edificio alberga.
Como estás cerca de las bodegas tradicionales, no dejes de probar el vino del lugar, elaborado artesanalmente, que sorprenderá tu paladar con un “chispeo” agradable, resultante del gas de la fermentación aún no liberado.
También puedes adquirir los vinos industriales que comercializan las dos bodegas modernas de la villa. Siguiendo el camino de las bodegas, saldrás a la carretera y río arriba, llegarás hasta el molino. Fueron los molinos las únicas industrias que antaño se asentaron en el valle, y este es uno de los pocos que quedan en pie. El de Villatuelda compaginó las dos funciones industriales de estos edificios; la secular de la molienda y la moderna de producción eléctrica. Ya solo podrás imaginar el monótono ronroneo de las desgastadas piedras circulares, que movidas por la fuerza del agua, convertían en harina el grano depositado en sus tolvas; y el silbido de la vieja turbina que producía electricidad para el pueblo, antes que las líneas de alta tensión atravesaran todo el valle.
Si este recorrido te ha resultado corto; sigue tu viaje por la carretera paralela al río y en ambas direcciones encontrarás pueblos con monumentos románicos que visitar.
Antonio Adeliño Vélez
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