Villatuelda

En la ruta del románico del valle Esgueva

Disfrutar, conservar y restaurar la naturaleza

Disfrutar de  la  naturaleza,  no es solo salir al campo con fines lúdicos  o  de  entretenimiento,  hay multitud de actividades que aunque suponen un pequeño esfuerzo, reportan mayor satisfacción que las meramente deportivas o de esparcimiento. Aquí proponemos dos ocupaciones que pueden compaginarse y ser un  complemento para quienes nos gusta salir al campo.

Todos desearíamos que las laderas baldías de nuestros pueblos estuvieran cubiertas de vegetación y aunque la tarea nos parezca poco menos que imposible, solo hace falta ponerse manos a la obra para que con los años, allí  donde  a  intervalos, solo crecen espliegos y aulagas aparezcan robles y encinas.  La  tarea  es  muy sencilla  y se puede realizar individualmente o en grupo, se trata de sembrar bellotas.  Evidentemente  para sembrarlas hemos de salir al monte a recogerlas de las encinas o de los robles. La mejor época es en el  mes de  octubre, cuando la bellota está madura y presenta un color marrón oscuro. Allí sobre el  terreno  veremos que  no  somos los únicos interesados en éste fruto, primero se adelantaron los jabalíes que  han hozado y hollado  alrededor de los mejores arboles, indicándonos donde tenemos que dirigirnos  para hacer nuestro acopio. Y seguramente antes habrán rondado por allí un sin fin de animales,  como  ratoncillos,  ardillas, conejos,... que no dejan tanta huella, pero que poniendo un poco de atención podemos descubrir sus rastros.

Hecha nuestra recolección ya podemos coger la azada y salir al campo a sembrarlas. Para ello buscaremos los  lugares más sombríos que conservan mejor la humedad, contribuyendo a que el sol del verano no  agoste nuestra joven planta nacida con las lluvias de primavera, y la procuraremos el cobijo de  alguna  zarza, espliego o aulaga,  que  la protejan de los herbívoros.

Enterradas en sus  hoyos,  dejamos  las  semillas confiándolas a su suerte, con la esperanza de que los astutos ratoncillos no  descubran  tan  exquisito manjar,  que las lluvias de invierno y primavera las hagan germinar, y que las tormentas de julio y agosto sofoquen la sed del retoño. Demasiados obstáculos a sortear para llegar a ser cobijo de la fauna y contribuir a que nuestras  laderas no  se  queden calvas por la erosión. Pero no debemos desanimamos,  siempre  se  logran resultados.

También  disfrutaremos  de  nuestras  excursiones al campo ayudando a  la  fauna silvestre. ¿Cómo? Nos preguntaremos,  si todos los animales salen huyendo. Los conejos que nos vienen observando levantados  sobre sus  patas traseras y con las orejas orientadas como radares, se cobijan en sus madrigueras; las liebres nos esperan agazapadas para salir huyendo en fugaz carrera; los jabalíes, corzos y tejones se hallan emboscados; y los pájaros acallan sus trinos o se distancian volando, a nuestro paso. Nuestra ayuda no requiere la presencia de los animales, ni demasiado esfuerzo. Solo tenemos que  limpiar los  manantiales  para que  encuentren  aguas limpias donde mitigar su sed,  en  las  sofocantes  jornadas veraniegas,  cuando  los arroyos ya están secos. Para ello, además de retirar las brozas que  el  viento  ha transportado hasta  la fuente, hemos de acondicionar su entorno, eliminando obstáculos para  facilitar el acceso de los animales a las aguas limpias.

De regreso, debemos recorrer el arroyo e ir recogiendo latas, plásticos, vidrios y basuras en general  que aunque pudieran parecemos inofensivos, son residuos altamente contaminantes de las aguas y pueden poner en peligro la fauna, si los regatos se convierten en basureros. La tarea puede resultar titánica, porque son más los  que están dispuestos a llenar el monte de basura que quienes pretendemos lo contrario. Pero no deben desanimamos las dificultades. Si queremos disfrutar de la naturaleza hemos de conservarla y restaurarla.

Antonio Adeliño Vélez

Comentarios

Este artículo está escrito desde la nostalgia y el recurdo. Hace años, cuando David el chico de la Concha era un chaval, sembramos muchísimas bellotas por las laderas de Villatuelda, que previamente había recolectado en el monte La Calabaza de Aranda. El resultado no fue muy brillante pues solo un 5% de las sembradas han salido adelante. Pero fue una experiencia bonita

Sin ninguna duda fue un experiencia muy bonita y aunque supuso mucho exfuerzo, ahora es muy gratificante encontrarse las pequeñas encinas creciendo en las laderas. Antonio, mil gracias por el tremendo esfuerzo, estoy seguro que ha merecido la pena.

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